Caracterización de Nora al comienzo de la obra



"Existen dos códigos de moral, dos conciencias diferentes, una del hombre y otra de la mujer. Y a la mujer se la juzga según el código de los hombres. (...) Una mujer no puede ser auténticamente ella en la sociedad actual, una sociedad exclusivamente masculina, con leyes exclusivamente masculinas, con jueces y fiscales que la juzgan desde el punto de vista masculino. "

Henrik Ibsen


En Casa de muñecas se nos presenta a una familia noruega de la segunda mitad del XIX, en una fechas concreta y significativa, la Navidad, y en un momento de especial tensión dramática, puesto que, aunque no se respeta la unidad de tiempo, la acción se condensa en tres días consecutivos. Los personajes protagonistas, Nora y Torvaldo Helmer, junto con sus hijos y amigos, son pocos de manera deliberadas, para centrar así mejor el conflicto dramático, de modo que no hay nada que sobre: todo cumple una función.

Comenzaremos analizando la relación entre los miembros de la pareja. Los personajes en una obra teatral se conocen por lo que hacen o por lo que otros dicen de ellos. La imagen que tenemos de Nora al comienzo de la obra es la de una mujer frívola y derrochadora, que depende por completo de su marido, protegida y mimada. Es la imagen que de ella tiene su marido y que transmite a los espectadores. Es una mujer joven aparentemente feliz, que prepara la Navidad: "NORA entra en la sala tarareando alegremente, vestida de calle y cargada de paquetes, que deja sobre la mesita de la derecha". 

Al llegar a su casa, con el árbol de Navidad y los paquetes con regalos para la familia, se encuentra a su marido. Las imágenes que este utiliza para dirigirse a ella al comienzo de la obra y de manera reiterada refuerzan la idea de protección. Son apelativos cariñosos, frecuentemente nombres de animales que sugieren fragilidad, alegría, incapacidad para atender asuntos importantes e incluso imposibilidad para ocuparse de ella misma: “¿Es mi alondra la que gorjea?”; “¿Es mi ardilla la que está enredando?”; "¿Hace mucho que ha llegado mi ardilla?"- le dice su marido.

Todas estas metáforas referidas a animales tienen como fundamento común la alegría, la fragilidad, el pequeño tamaño, la belleza o la agilidad. A través de ellas podemos comprobar la idea que el marido tiene de su esposa. Parece verla como una mujer frágil e inmadura, bella y necesitada de protección.

Otro rasgo estilístico que refuerza la idea es el recurso constante al posesivo mi, que muestra lo que él cree una incapacidad de Nora para poder defenderse en la vida, a la vez que denota y refuerza la idea de posesión: el marido es el cabeza de familia y ella un miembro más, que le hace la vida agradable. 

Abunda con la misma intencionalidad el uso de diminutivos con valor claramente apreciativo, de cariño, pero que a la vez subrayan la debilidad y supuesta inmadurez (“Querido pajarito cantor”), en que se combinan la animalización y los diminutivos (“La ardillita brincaría de contenta”).

A veces es la propia Nora la que utiliza estos recursos para referirse a sí misma en réplica a su marido, lo que podría contener algo de ironía por parte de ella:

“HELMER.- Pero si yo te quiero conforme eres, mi querida alondra.
NORA.- Tu alondra cantaría por toda la casa”.

Se repiten tanto que llegan a resultar casi cursis, pero parece evidente que Ibsen las utilizó a propósito sobre todo al comienzo de la obra para que nos creásemos como espectadores una imagen de la protagonista, que después contrastará con otra, la real. Sabremos a lo largo de la obra que Nora es un personaje redondo y complejo, que ha tomado decisiones muy importantes en su vida. Esa imagen inicial solo refleja lo que su marido piensa de ella. Por eso el recurso más aparece al comienzo de la obra, antes de que se desarrolle el conflicto.

Pero los nombres de pájaros también valen para criticar alguno de los supuestos defectos de Nora. Destaca la imagen del estornino, que constituye un reproche del marido a su mujer aparentemente tan derrochadora:

“HELMER.-¿Cómo se llama ese pájaro que está siempre despilfarrando? … el estornino.
NORA.- ¡Si tú supieras lo que tenemos que gastar las alondras y las ardillas, Torvaldo!”- le responde Nora, dejando entrever que no todo es derroche.

La imagen de mujer derrochadora también se repite ("¿Aún se ha atrevido mi pájaro cantor a derrochar el dinero?"), e incluso se considera como rasgo familiar heredado de su padre, algo que dice Torvaldo y que repetirá la señora Linde ("¿Todavía te falta sentido común? En el colegio era una malgastadora".- dirá más adelante).

"HELMER. ¿Cómo se llama ese pájaro que siempre está despilfarrando?
NORA. Ya, ya; el estornino; lo sé".
...
"HELMER. El estornino es encantador, pero gasta tanto...¡Es increíble lo que cuesta a un hombre mantener un estornino!"

Parece siempre que ella será feliz si él le da más dinero, supuestamente para despilfarrar:

"HELMER. (Que va tras ella.) Bien, bien; no quiero ver a mi alondra con las alas caídas. ¿Qué, acaba por enfurruñarse mi ardilla? (Saca su billetero.) Nora, adivina lo que tengo aquí".

Los espectadores sabremos antes que el marido que Nora está pidiendo constantemente dinero, no para gastarlo en caprichos, sino para poder pagar el préstamo que debe amortizar regularmente, algo que Torvaldo desconoce. Incluso considera que se trata de una tara hereditaria, que procede del padre de ella, lo que está directamente relacionado con el movimiento naturalista, que tiende a reflejar de manera determinista aquellos defectos que están ligados a la herencia biológica

"HELMER. Eres una criatura original. Idéntica a tu padre. Haces verdaderos milagros por conseguir dinero, y en cuanto lo obtienes, desaparece de tus manos, sin saber nunca adonde ha ido a parar. En fin, habrá que tomarte tal como eres. Lo llevas en la sangre. Sí, sí, Nora; no cabe la menor duda de que esas cosas son hereditarias" También la señora Linde, su amiga, corrobora que es una mujer despilfarradora ya desde la infancia.

Otro rasgo de supuesta inmadurez, también presente al comienzo, tiene que ver con las prohibiciones de Torvaldo a su mujer, como la de tomar caramelos y almendras, algo que la infantiliza:

"HELMER. (La amenaza con el dedo) ¿Qué diablura habrá cometido esta golosa en la ciudad?
NORA. ¡Bah, qué ocurrencia!
HELMER. ¿No habrá hecho una escapadita a la confitería?
NORA. No; te lo aseguro, Torvaldo.
HELMER. ¿No habrá chupeteado algún caramelo?"

Al principio de la obra, Nora en muchos aspectos todavía parece una niña también para los espectadores, porque solo conocemos la imagen que su marido nos transmite de ella y que ella muestra en su actitud desenfadada. La muchacha ha sido educada para llevar una venda en los ojos, que se le caerá porque ama y lo arriesga todo para salvar ese amor. Aparentemente no alcanzó la madurez, pero a lo largo de la obra descubriremos a otra Nora, amante de su marido, trabajadora, que contribuye con su propio trabajo a salir adelante. 

Lo que le interesa al autor es pintar una heroína extraordinaria, con una riqueza de personalidad como pocas se han visto en la historia del teatro, pero no quiere presentar a alguien perfecto y digno de ser idealizado. Por eso iremos conociendo otras facetas de ella. La conoceremos por sus actos.

Ibsen supo reflejar como nadie al comienzo la imagen que muchos hombres tienen de la mujer: infantilizada, un poco irresponsable por ello, sin capacidad para tomar decisiones. Lo curioso es que la obra todavía tiene vigencia y se sigue representando porque es posible encontrar en la actualidad estos comportamientos sobreprotectores. Quizá las imágenes que usa el autor resulten cursis y una adaptación de la obra en la actualidad tenga que cambiarlos, pero las ideas permanecen, desgraciadamente.