SIMBOLISMO



   Ibsen es el padre del drama realista moderno y siempre negó que en su teatro hubiese elementos simbólicos. Pero la realidad es que los espectadores percibimos la existencia de determinadas imágenes muy significativas, que trascienden su significado literal
  Esto sucede en Una Casa de Muñecas donde el dramaturgo no ha dejado nada al azar. Por eso se dice de él que el el creador de la pièce bien faite. Todo está perfectamente medido y contribuye a la comprensión de la obra y a entender a sus personajes protagonistas.
  Una parte de los símbolos están ligados a la figura de la protagonista. La relación que esta tiene con Italia, pues ha sido ella la que consiguió el dinero para que la familia viajase a ese país, es determinante en el devenir de los acontecimientos en la obra. Es su hamartía, su error del pasado, que tiene consecuencias en el presente. En la obra aparecen símbolos relacionados con ese pasado. Uno de ellos es el disfraz de pescadera napolitana que su marido propone que utilice en el baile de disfraces que tendrá lugar en el acto III. Tiene que ser reparado con la ayuda de la señora Linde, pues está deteriorado:
NORA. (Sigue apoyada en el respaldo, mientras le acaricia el cabello.) Si no estuvieras tan atareada, querría pedirte un favor muy grande. 
HELMER. Vamos a ver: ¿en qué consiste? 
NORA. No hay nadie con un gusto tan exquisito como tú. ¡Tengo tantos deseos de aparecer bonita en el baile de máscaras!... Torvaldo, ¿no podrías ocuparte un poco de mí, y elegirme el disfraz?  
Es finalmente el marido quien elige ese disfraz y lo sabemos al comienzo del acto II, tras la elipsis, pues sucede el día de Navidad:
(ANA MARÍA entra por la puerta de la izquierda, con una caja grande de cartón.)
 ANA MARÍA. Por fin encontré la caja del disfraz. 
NORA. Gracias; déjala sobre la mesa. 
ANA MARÍA. (Saliendo.) El disfraz necesita bastante arreglo. 
NORA. ¡Oh, lo haría trizas! 
ANA MARÍA. ¡Vamos, señora! Con un poco de paciencia, puede arreglarse.  
´´´
NORA. Sí, pasaba por allí casualmente. Quería pedirte que me ayudases a algo. Vamos a sentarnos aquí, en el sofá. Oye: mañana por la noche hay un baile de máscaras en el piso de arriba, en casa del cónsul Stenborg, y Torvaldo quiere que me disfrace de pescadera napolitana y baile la tarantela que aprendí en Capri.
 Entra HELMER trayendo casi a la fuerza a NORA. Esta aparece vestida con el traje italiano y un gran mantón negro sobre los hombros. HELMER viste de frac y va cubierto con un dominó negro también.
NORA. (Desde la puerta, resistiéndose.) No, no, no; aquí no. Quiero subir otra vez. No quiero marcharme tan temprano. 
HELMER. Ya lo oye usted, señora. Ha bailado su tarantela con un éxito loco... por cierto, bien merecido, a pesar de que en la interpretación ha hecho demasiados alardes de naturalidad; vamos, algunos más de los estrictamente necesarios, según las exigencias del arte. Pero, en suma, lo principal es que ha tenido éxito, un éxito rotundo. ¿Cómo iba yo a consentirle que permaneciese allí más tiempo? Hubiera echado a perder todo el efecto, ¡y eso sí que no!... Cogí del brazo a la encantadora chiquilla de Capri: una vuelta por la sala, una inclinación a cada lado, y como dicen las novelas, se desvaneció la bella aparición. En los desenlaces siempre conviene el efecto, señora; pero no puedo inculcar esto a Nora. ¡Uf, qué calor hace aquí! (Tira el dominó sobre una silla y abre la puerta de su despacho.)
   Ligada al disfraz está la tarantela, el baile italiano que ella realizará al día siguiente. La ensayará en el acto II y no presenciamos en escena lo que hace realmente en el baile, solo sus consecuencias.  Jorge Dubatti  considera este un símbolo fundamental:
 “Ibsen encuentra en la escena del baile una situación paroxística en la que el cuerpo da expresión y desahogo –parcialmente- a la desesperación interior de Nora”, y es así tanto por la carga expresiva contenida en la danza como por lo que tiene de simbólica la tarantela particularmente, pues esta danza proveniente del sur de Italia, fue primitivamente utilizada como tratamiento luego de ser picado por una araña, de ahí su nombre que es el diminutivo de tarántula: tarantela.
   Baila en el acto II, cuando sabe del peligro que corre porque su esposo va a descubrir el préstamo que pidió a Krogstad en el pasado:
NORA. Sí, un miedo atroz. Déjame ensayar al instante; todavía hay tiempo antes de ponernos a la mesa. Siéntate al piano y toca, Torvaldo. Corrígeme y aconséjame como de costumbre.
 HELMER. Con sumo gusto, ya que es tu voluntad. (Se sienta al piano.)
 NORA. (Saca de la caja una pandereta y un mantón multicolor. Se lo pone nerviosamente y de un salto se planta en medio de la habitación, gritando:) ¡Ahora toca ya! Voy a bailar.  
HELMER. (Tocando.) ¡Más despacio, más despacio!
 NORA baila con creciente excitación. HELMER, junto a la estufa, la corrige a menudo durante el baile; pero ella parece no oír. Se le suelta el cabello, cayéndole por los hombros, mientras sigue bailando sin hacer caso. 
   El baile refleja la situación de tensión de la protagonista y el disfraz es la máscara tras la cual se oculta su auténtica personalidad. Al final, ambos se quitarán el disfraz, real y figuradamente, y se darán a conocer el uno al otro tal como realmente son. 
     Las almendras son otro de los símbolos que aparece en momentos claves de la obra, y desde el comienzo se comprende que están prohibidas para Nora, por lo que constituyen un acto de rebeldía y dan al espectador un primer indicio del carácter de Nora.
DOCTOR RANK. ¡Cómo! ¿Almendritas? Tenía entendido que eso era mercancía prohibida aquí.
 NORA. ¡Vaya, vaya, no te asustes! ¿Qué sabías tú de si Torvaldo me había prohibido comer almendras? Es porque le da miedo que se me estropeen los dientes, ¿comprendes? Pero por una vez, no hay cuidado. ¿Verdad, doctor? Tenga. (Le mete una almendra en la boca.) Y tú, otra, Cristina. Yo también tomaré una, sólo una pequeñita... lo más, dos. (Paseándose.) Ahora sí que me siento feliz. 
   El consumo de almendras por parte de Nora quiere justificar el carácter infantil y alocado de la protagonista- desde la perspectiva de su marido, que se lo prohíbe como lo haría con una niña. Las almendras también destacan su rebelión contra la autoridad de Helmer ya que él desea que no las coma. Al final del acto II, Nora después de haber fracasado al tratar de convencer a Helmer de actuar en favor de Krogstad, le pide a su sirvienta poner un montón de almendras en la mesa de la cena. Aquí el símbolo almendras muestra la alteración de su estado mental y su rebelión :
NORA. Fiesta y champaña hasta que llegue la aurora. (Llamando a la doncella.) Y unas cuantas almendras, Elena... mejor dicho, muchas... ¡por una vez! 
HELMER. (Cogiéndole las manos.) ¡Basta ya de inquietudes! Sé mi alondrita de siempre... (acto II)
   El árbol es un símbolo que permanece durante toda la obra y aparece en escena con la entrada de Nora quien en su primer diálogo dice:
NORA. “Esconde bien el árbol de Navidad, Elena. Los niños no deben verlo hasta la noche, cuando esté arreglado”.
NORA. ¡Qué bueno eres! (Se dirige de nuevo al árbol.) ¡Cómo lucen las flores encarnadas en el árbol!... Pero oye, di: ¿es realmente tan grave lo que ha hecho Krogstad?..,
    Ya en el acto II, tras la elipsis, ese árbol que antes estaba bello y adornado aparece en la primera acotación sin luces ni adornos: ACTO II.  La misma decoración. Junto al piano está el árbol de Navidad, despojado y con las velas consumidas. 
   El árbol se asocia a la vida familiar feliz de la Navidad. No deja de ser significativo que se mustie cuando esa felicidad corre peligro. En el acto III desaparece de la acotación.
   Sanchís Sinisterra (2003) hace énfasis en las dos acotaciones de sonido que hace Ibsen durante la obra, una al comenzar la obra y la otra al finalizar; Sinisterra recalca:
"No olvidemos que al principio de la obra hay un sonido significativo, la campanilla de la puerta, que anuncia la llegada de Nora hecha un pajarito, cargada de regalos de Navidad, ocultando toda una serie de cosas. En el final vemos la clara contraposición de Nora marchándose con una pequeña maleta y desnuda, es decir, con toda su verdad expuesta. Hay una extraordinaria serie de analogías y antítesis entre el principio y el final de la obra".
Al principio suela la campanilla de la puerta y Nora tararea alegremente una canción. El final de la obra es el centro de todas las polémicas, finalizando esta con la partida de la protagonista de su hogar (el portazo famoso de Nora). En realidad, la acotación dice. "Se oye abajo la puerta del portal al cerrarse). Abandona a su familia, su marido y deja a sus tres hijos. Este fin fue muy criticado, llegando a provocar un cambio en la escena final durante su estreno en Alemania donde “la famosa actriz Niemann-Raahe, encargada del mismo [el papel de Nora], se negó a representar la obra con el desenlace primitivo” (Cruz, 1999, p.12).
Para poder llevar a cabo la presentación, Ibsen debió improvisar el final que se expone a continuación bajo la traducción de Alejandro Casona:
NORA.- Hasta el extremo de que nuestra unión fuera un verdadero matrimonio. ¡Adiós! (Final primitivo)
HELMER.- Sea; puedes irte. Pero antes has de ver a nuestros hijos por última vez.
NORA.- ¡Suéltame! ¡No quiero verlos…, no podría!
HELMER.- (Llevándola hasta la puerta de la alcoba.) Es preciso que los veas. (Abre) ¡Míralos! Duermen tranquilos, sin preocupaciones… Mañana, cuando despierten, llamarán a su madre. Y entonces sabrán que son huérfanos.
NORA.- ¡Huérfanos…!
HELMER.-Como lo fuiste tú.
NORA.- ¿Huérfanos? (Lucha consigo misma.)¡Ah, no…, Será traicionarme, pero no puedo…, no puedo abandonarlos! (Desfallece.)
HELMER: (En voz baja, sosteniéndola) ¡Nora! (Telón.)
   Ibsen no estuvo de acuerdo con este final y elaboró otro en el que agregaba un cuarto acto en el cual Nora regresaba a casa arrepentida después de un tiempo fuera. Con este segundo final tampoco se sintió conforme,lamentando haber cedido ante la presión de la crítica.
   La primera acotación connota alegría y felicidad familiar en Navidad, mientras que el golpe en la puerta final supone el abandono de la protagonista porque para poder continuar ambos juntos tendrían que cambiar y ella afirma que no cree en los milagros: